7 abr 2008

Ladrón de mi cerebro

“Del único lugar que no se vuelve es del ridículo.” Y la verdad, amigos, familia; discrepo rotundamente con eso.
Para mi del único lugar que no se vuelve es de la decepción.
O sea, uno cagadas y ridiculeces se habrá mandado y por lo menos en mi caso, seguiré mandándome por rato largo, pero al fin y al cabo; uno se ríe, se aprende, y por sobretodo se olvida.
En cambio la desilusión es más que tristeza. Cala tan hondo que transforma lo sentimientos. Modifica el presente. Lastima hasta lo impensable.
Un ejemplo absurdo: ¿No sintieron una gran pena cuando se descubre que son los padres de uno y no Papá Noel o los Reyes quienes ponen regalitos año a año bajo el árbol?
¿Acaso en ese momento no odiaron por sentirse engañados tanto tiempo y por sobretodo, por la decepción de que no exista ese ser?
Exacto. A eso llegamos. Arribar al descubrimiento de que ese ser que uno considera mágico no existe. De pronto carne. Huesos. Recuerdos que ya no más. Desilusión.
¿Cómo se vuelve de la decepción? ¿Se vuelve? Y todo caso…. ¿A dónde se llega?
A vos, autor de mi decepción que ambos sabemos quiénes somos… ¿A dónde hemos llegado? ¿Somos felices? ¿Estamos conformes?
Mil veces mis mil ridículos a este espanto sin final.

Foto: Casinelli.


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