2 mar 2008

ADN

Vos y yo siempre fuimos inversamente proporcionales. O sea, diametralmente opuestos.
Yin y yan en nuestras infancias y sobretodo las adolescencias fueron distantes y duras y lejanas en nuestra hermandad.
Mientras eras abanderada papal yo tenía causas por hurto y hoy que te estás casando y reafirmando tu amor de 14 años, yo estoy más separado que nunca del mío. Entendés lo de inversamente proporcionales?
Así y todo nunca fuimos de los hermanos que compitieron entre sí por el cariño de los padres. Tampoco de los que se ignoraron. Probablemente haya sido imposible que nos ignoremos; pero lo cierto es que silenciosamente siempre estuvimos a la par.
A pesar de ser sol y luna, frío calor; los años nos fueron arrimando de a poquitito, con mucha paciencia hacia el corazón del otro. Nos costó dolores y rencores y sinceramientos, pero supimos empezar a escucharnos y a permitirnos querernos y extrañarnos. Pero sobretodo hacernos necesarios.
Sabemos que estamos y que estuvimos y que estaremos cada uno a su manera a la par de su otra parte, de este ADN que nos aúna y unge con la misma sangre.
Somo dos. No más. Y entre nuestras mitades construímos esta historia.
Foto: Susana Alberici Casinelli.

1 comentario:

Julio dijo...

¿Alto casorio?